Crónica del Rave de Sharigrama en Veracruz
Un tubo de luz violeta resalta la decoración psicotrópica del Set, sobre éste, tornamesas y controles se mezclan, un ritmo vibrante retumba en el pecho sonando: “Vámonos Ricky, Ricky Tricky Tricky, Vámonos Ricky, Ricky Tricky Tricky” mientras las bocinas palpitan, haciéndonos vivir el éxito más famoso de la estrella de la noche: Dj Sharigrama.
Cadenas de fuego alternan el ambiente; olor a marihuana y pastillas de colores son el plato de la noche; pequeños grupos bailan guiados por aceleradas pulsaciones, otros descubren nuevos sentidos en sus cuerpos, algunos más se besan, otros solo observan…
El lugar es un nocturno terreno lleno de árboles con un río a cien metros del escenario, donde el polvo se pierde en la noche entre autos estacionados, casas de campaña y una enorme hielera usada para albergar agua o cerveza, que se venden a precios elevados.
La espera.
La emoción por la fiesta y el deber de un trabajo final se confabulan al adquirir los boletos en una céntrica tienda de música electrónica; la promesa de un camión que llegará hasta el sitio anunciado ilusiona a los compradores.
Llega el día, y desde antes de la hora señalada ya algunos esperan por el autobús.
La excitación nos hace olvidar los siguientes cuarenta minutos, hablamos con el conductor para preguntar por la salida, él espera al “encargado” del evento que le pagará al instante (según él) tres mil novecientos billetes, -hasta que no llegue con el dinero no puedo salir- son sus palabras, no nos importa, la zona aún huele a esperanza.
Ernesto, Angélica y yo vamos al Oxxo de una gasolinera cercana, nuestra idea es prepararnos para el viaje; un vodka excesivamente barato, jugo, dos botellas de dos litros de agua, cajetillas, un six de cervezas y una bolsa de papas fritas son nuestra señal de que estamos listos.
Al regresar nos alegramos de encontrar aún el camión, Adriana se ve desesperada, su papá mucho más, seremos cerca de quince los que esperamos.
Hay dos que hacen tiempo en un rincón, me les acerco para preguntarles sobre la salida, no saben nada, nadie conoce al mentado “encargado”, ni siquiera el conductor. Alguien comenta haber escuchado que se necesitaban veinticinco personas para que el viaje se hiciera, no le creemos, pero anhelamos secretamente que se junte el número. Nos reunimos todos, las cervezas comienzan a abrirse, las cajetillas también.
El papá de Adriana mira su reloj por última vez para despedirse, ella y su primo se quedan con nosotros.
Es tarde para que comience el viaje, son las 11 y cacho, intentamos negociar con el conductor ofreciéndole la mitad al momento (que se juntó entre todos) y el resto al llegar; desgraciadamente no le llegamos al precio.
Por más que insistimos éste se niega, quiere el dinero completo.
Adriana llama al maestro de periodismo y le expone la situación, él pide los boletos para creer la versión, ella acepta, luego seguimos aguardando, el conductor anuncia que solo estará diez minutos más… nunca llegan con el dinero.
El camión arranca, nos deja, el viaje se cancela, el Rave y el dinero pagado parecen abandonarnos.
Adriana se despide, decepcionada de lo que hubiera sido su primer Rave, su primo la acompaña.
Soluciones
Otros más se dispersan, los que nos quedamos estamos indignados, el ansia de música electrónica y la botella de Vodka aún cerrada nos animan a crear ideas descabelladas.
Sharigrama toca en algún sitio cerca del puerto de Veracruz, viajando por la carretera libre, pero nadie tiene claro donde sea.
Ernesto muestra un mapa bajado de internet de cómo llegar.
Angélica, yo y tres desconocidos más optamos por tomar un Taxi, convencidos de la necesidad de pagar bastante dinero.
El taxista pide seiscientos cincuenta, somos cinco, nos toca de ciento cuarenta por cabeza, nos alegramos, esperábamos pagar mucho más.
Hacemos una presentación informal al momento que tomamos nuestros sitios, Pablo se sienta adelante, afirma poder llamar a sus amigos para que nos guíen, afortunadamente nos quedamos con el mapa. Atrás se sientan Jorge (otro), yo y Fallo, a Angélica la tenemos que cargar.
Jorge tiene diecinueve, resulta vivir solo en Xalapa y estudiar la prepa abierta; yo voy en plan de divertirme y hacer la crónica; Fallo tiene veintitrés, resulta ser un abogado que da clases de economía en una prepa de Córdoba; Angélica tiene diecinueve años, estudia Biología y es aficionada a la música electrónica; de Pablo solo sabemos que sabe mucho de Raves y que sus amigos lo esperan; casi todos intercambiaremos correos electrónicos.
Viaje
El viaje comienza en silencio, durante media hora no se escuchan más que ruidos de la carretera, todos piensan; la emoción de ver que al final si iré al Rave no me deja hacerlo.
Entramos por la libre a Veracruz; la cerveza me provoca ganas de orinar, luego de un rato de aguantar le pido al conductor que pare, lo hace y bajamos todos.
Después de descargar se acaba el silencio, abordamos nuevamente y empiezan las pláticas, el tema de DJ’s y Raves anteriores domina la charla, ya en confianza, Jorge saca (aún sigo sin descubrir de donde) un CD de música psyco, para ponernos en “ambiente”, escuchamos mientras nos imaginamos ya en la fiesta. Prendemos algunos cigarros, fallo saca su hitter y fuma marihuana con el vidrio abajo.
Media hora después pasamos “Puente Jula”, el tema de los exorcismos comienza; el lugar se ve bastante tranquilo, a esa hora hay muy poca gente en la calle, repentinamente se nos empiezan a atravesar perros, me parece un mal anuncio.
Más adelante Pablo comienza a llamar a sus amigos, pero éstos no le saben explicar como encontrar el Rave.
Odisea
Cruzamos una desviación, es la una de la mañana, una mujer gorda pide dinero a los autos a esas horas, a trescientos metros de ella el conductor se detiene, -¿Qué pasa?- preguntamos, el motor se ha sobrecalentado, no sabemos donde estamos, ninguno de nosotros conoce esa carretera, parece no haber nada alrededor; Jorge descubre que frente a nosotros se ve una especie de galera, tiene la luz prendida.
El taxista nos pide un poco de agua, sacrifico una botella de dos litros, Pablo sigue marcando a sus amigos, no pueden ir por nosotros, ignoran nuestro paradero.
El mapa no sirve de nada, parece hecho sólo para los que viven en los alrededores del sitio.
Angélica, Jorge y yo vamos a preguntar a la galera, cruzamos la carretera y rodeamos para llegar a nuestro destino, más allá se ve un pueblo, dos luces provenientes del pueblo parecen ser los faros encendidos de un auto, ¡personas!, eso es lo que necesitamos, corremos hacia el coche que acabamos de encontrar, pero cuando nos acercamos descubrimos que no existe tal auto, son dos postes de alumbrado público; desencantados nos adentramos para tocar en las casas, parece un lugar abandonado, en ninguna se nos abre, las luces se apagan y los perros son soltados, un coche recorre el lugar, lo vemos e intentamos pararlo, nos ignora; no conseguimos nada, decidimos volver, temiendo que algún vecino malhumorado salga a dispararnos. De regreso pasamos a la galera, y por más que tocamos nadie aparece.
Llegamos al taxi, arrancamos, anunciamos que nadie nos dio información, retornamos a la vías, la mujer sigue pidiendo, le preguntamos por el puente
Seguimos sus instrucciones, pasamos el lugar donde se descompuso el taxi, unos quinientos metros más allá el auto se vuelve a detener, otro sobrecalentamiento, sacrifico la última botella de agua; mientras esperamos el vodka se abre, empleamos jugo de mango para mezclarlo, al primer trago descubro porqué costó tan barato, sabe a vil aguardiente; en esas circunstancia no nos importa, lo bebemos sin pestañear.
Coches y camiones pasan, intentamos pedir ayuda, nadie se detiene. Por fin un “Córdoba” negro se para delante, corremos hacia él, resulta ser el grupo que se llevó a Ernesto, nos saludan, Pablo decide ir con ellos “para conseguir ayuda”, aguardamos tomando Vodka, sabiendo que Pablo no va a regresar.
Poco después, ya funciona de nuevo el Taxi, nos vamos lentamente, en primera y segunda; por fin llegamos a una gasolinera, el conductor enfría el auto con manguera, y llena algunas botellas de agua, nosotros platicamos dentro del coche, preguntamos por “Cotaxtla”, -está cerca- dice el encargado.
Sharigrama
El acceso no es lo que imaginamos, está demasiado fácil entrar gratis, aún así, Jorge compra su boleto.
Corremos a la música, son las tres de la mañana, nos ponemos a bailar como desesperados, descargando toda la frustración del viaje, el lugar está más o menos lleno, todos flotan con la música, me acerco a ver quien toca, es Sharigrama, la atracción principal, regreso a avisar, bailamos con más gusto, como si ese solo nombre nos recuperara el tiempo perdido, busco gente conocida, pero parece no haber; finalmente termino reconociendo algunas caras.
Tomamos más Vodka y Ernesto aparece de la nada, pero éste Ernesto no se parece al que vimos algunas horas antes; cuando esperábamos el camión, Ernesto tenía camisa blanca, sweter verde, una bolsa amarilla y lentes; ahora muestra el pecho y las perforaciones en sus pezones, ha perdido camisa, sweter, bolsa, lentes y sobriedad. Se la pasa saltando y bebiendo todo lo que le ofrecen.
La música es bastante buena, las almas vibran al compás de los bites sonoros, produciendo decenas de jóvenes “ravers” agitándose.
Pero el viaje fue largo y ahora son las cuatro y media de la mañana, el hambre invade. Salimos del Rave, pues al llegar descubrimos frente una casa donde una señora vende antojitos excesivamente caros, nos parece difícil encontrar otro lugar a esa hora, así que decidimos gastar; varias empanadas y tostadas nos relajan, comemos rápido y regresamos a la fiesta.
Cerca de las cinco de la mañana suena el éxito de Sharigrama: “Vamonos Ricky, Ricky Ticky Ticky / Vamonos Ricky, Ricky Ticky Ticky”. Grabo un video con mi cámara.
A esta hora la mayoría está en lo más alto de su viaje, se escuchan gritos, ruidos y entusiasmo por todos lados.
Con él compartimos fotos, chelas y baile.
Al Amanecer.
Después de un rato, inevitablemente volveremos al sitio donde habremos visto el amanecer para recuperar energías cerca del río, entonces un tipo de barba y pelo largo se lanzará desnudo a nadar, llegando de una orilla a otra, donde sin salirse del agua comenzará a bailar, gritándoles a todos a que lo sigan, uno de los tipos que llevaron a Ernesto al Rave acudirá al llamado, lanzándose también.
El loco desnudo seguía bailando en el río, a lo lejos parecerá ser Sharigrama, nos sorprenderemos y le tomaré algunas fotografías. Resultará no serlo.
Descansaremos y volveremos a bailar. Entre casas de campaña, basura y coches estacionados encontraré a Ernesto, inconsciente y aparentemente con marcas de golpes en la cabeza; lo moveré para percatarme de que seguirá vivo, y al descubrir que aun respirará solo le
Regreso.
Será Domingo día del padre; habrá comida familiar en mi casa, por eso deberé volver lo antes posible, Jorge, Fallo y yo decidiremos regresar a Xalapa, Angélica lo hará ocupando el lugar libre que Ernesto habrá dejado en el Córdoba negro.
Jorge, Fallo y yo saldremos a la carretera con la intención de agarrar aventón, pero nos encontraremos con que algunos más han copiado nuestra idea.
Un taxi se detendrá frente a nosotros y ofrecerá llevarnos a Paso del Toro – de ahí cuesta siete pesos el camión a Veracruz- nos dirá, subiremos pagando diez pesos por cabeza.
El camión llegará y nos llevará a Veracruz, costará siete pesos.
En el trayecto me sentiré cansado y dormiré por unos minutos, preguntaremos como llegar a la central de camiones (CAVE), se nos pasará la parada y tendremos que caminar cerca de seis cuadras, la sed nos hará parar en un Oxxo a comprar algo de beber.
Llegando a CAVE Fallo comprará su boleto directo a Córdoba, yo le tendré que invitar el suyo a Jorge, pero a Xalapa, junto conmigo. El camión saldrá a las 11:00 am, nos despediremos de Fallo y abordaremos nuestro autobús. Xalapa nos esperará a las 2 pm.
Realidad.
Pero todo esto sucederá cuando amanezca, aún es de noche y Sharigrama sigue tocando, la pista de “Vamonos Ricky…” retumba en mis oídos y alargo el tiempo para que nunca se vaya de ahí.