8/14/2007

En fín, despues de algo de tiempo sin subir nada, aca envio un cuento que escribí hace poco.

El Cúreo.

Se abrió la puerta de la cantinucha, Melo salió despacio, midiendo los pasos que sus sentidos le multiplicaban, una puta lo acompañaba, tenía pelo chino, nombre feo y cuerpo peor.
Melo la abrazaba como podía y ella solo escurría sus manos en las bolsas del negro, cobrando cuanto pudiera. Caminaron dos cuadras de la zona de burdeles y luego la puta la empujó, dejándolo mareado contra la pared.
Pedro y el Cúreo venían abrazados por la calle, el alcohol les calentaba la sangre, habían ido a los cabarets para acompletar la noche. Se encontraron de frente a una puta de pelo chino, Pedro la jaló y le preguntó su nombre eructándole el olor a Ron, ella sonrió como pudo para luego presentarse, al Cúreo le pareció que tenía nombre feo y cuerpo peor.
Melo miró como la puta se alejó hasta convertirse en una mancha, luego como se detuvo frente a dos borrones más, entonces fué cuando comenzó a lanzarle maldiciones en lenguas enredadas.
El Cúreo reconoció con dificultad al negro que insultaba al viento, era Melo, el enojo aturdió al Cúreo más de lo que estaba, hablar del negro ese era hablar del hermano muerto Raulito, de Raulito sangrando, Raulito picado, Raulito discutiendo con el Melo, Raulito malpara'o en ese bar, Raulito avisándole a la vieja que llega tarde, Raulito ingenuo.
-¡Ahí e'tá ese Negro Hijo'eputa! ¡ora si me lo cargo!- dijo el Cúreo a su compadre jalándolo del brazo, Pedro tuvo que agarrarse desesperado a la puta para no caer.
Cúreo avanzó apoyándose en la pared hacia Melo, en el camino sacó su filo, blanco, corto, sediento.
Melo distinguió entre la bruma de su cabeza al Cúreo que se le venía encima, era igualito al Raulito, era el Raulito, el Raulito muerto, -¡Santa Madre'e Dio'!-, el Cúreo le saltó encima y cayó con un suave abrazo, Melo vió todo cada vez mas lento, una hoja limpia cortó el aire, el pulmón y la embriaguéz, Melo vomitó espeso, verde y Rojo, Bilis y vida.
El cuerpo caía apuñalado afuera del Conchita's, el Cúreo aún dudaba y lanzó otro piquete que se clavó en la panza sudorosa de dolor, en ese momento la puerta del cabaret se abrió y un grupo de soldados se avalanzó a la calle, alterados por las botellas que cargaban con ansia; un oficial rubio alcanzó a ver como el negro era herido por segunda vez, soltó una carcajada y gritó algo que el Cúreo no pudo entender, solo pudo mirar como los soldados se tambalearon sobre él.
El Cúreo corría por la playa, un grupo de risas y disparos lo seguían, la garganta le quemaba y esa sensación que había comenzado con el primer piquete a Melo le invadía la cabeza, era una sensación mas fuerte que todo lo que había bebido, algo que no le permitía pensar en su compadre abandonado (quizá a esas horas ya estaría llegando a recibir los regaños de su esposa), que le impedía alegrarse de haber vengado al Raulito Muerto, y que haría felíz a Teresa, antes de Raulito, ahora de él.
El cansado Cúreo se dejó caer en la arena, su pecho temblaba queriendo reventar, sus dedos estaban morados, aferrándose a la hoja que se había desecho de Melo y tal vez le serviría contra esos extrangeros que parecían no cansarse de reír.
Los jadeantes soldados lo alcanzaron, hincándose a descanzar al alcance de su filo, Cúreo no tuvo fuerzas para hacer nada, de atrás vino el oficial que había visto el final de Melo, miró al tembloroso cuerpo que aún sostenía la hoja ensangrentada, y sonrió.
Luego tiró unos billetes verdes sobre el Cúreo mientras le decía en el idioma de los ricos algo que por ser pobre y nativo no pudo entender.